Metamorfosis
jueves, 28 de junio de 2012 @ 12:20
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Aquello fue el inicio.
Empezó por las savias, agudas, ínfimas compañeras arrastradas por las
raíces y las extremidades pétreas. Por sus suspiros y colores callados,
atacó hasta lo más profundo de su diminuto cuerpo de pérfido parásito,
escaló por la tundra de su carne y se llevó el color. Caminó por sus
párpados, por sus ojos, y por sus huellas. Por sus rugosos dedos de
sílfide, y por su risa intérprete de la tragedia.
El olor: su
perfume y su más mínima esencia. Bulliente como un pálpito
de desvelo, acató cada mínima corriente hueca, cada tendón, cada
cataclismo de su existencia. Arrancó su piel a pedazos, y la sustituyó
por árboles, por tazas, por lámparas y recámaras. La sustituyó por
tejidos pulidos en cuarzo, por energía pura. Por hedores. Hedores:
nuevos, casquivanos y falaces, caminaban en torno a su circunvalación:
en torno a su órbita circunspecta llena de roturas y huecos vacíos.
Rasgó la expresión. El aliento, y el vaho alterno, cambió como pócima
cambia de esencia y ranas de color, como neón encendido en llamas. Pues
era el uno, y el otro quienes habían poseído corazones de autómatas
confusos. Pues era el uno, más no el otro, el único que, con astucia
logró escapar de aquellos títeres, encarnizados en cruentas ilusiones
evocadas ante el nocebo. Pues como versos o verborrea vomitados, vomitó su vasto bramido, su piel, su carne, su ser.
Afianzó sus aullidos a los
huesos y cráteres nuevos, a los alientos dejados tras los rastros
tímidos y escondidos. Engendró como nuevo ser, y como copia; como
espíritu vacuo.
Era ser y no era, pues no era más que ser dos veces y, mal ser.
Aquello, no
fue más que el inicio de un algia de desenfreno.
Es
Es tan
frío como atrayente, burbujeante en su más estado puro: raíces de savia pura ensalzadas en pasmos celéricos.
Es simbiosis eléctrica. Es savia y saliva dulce, adicción encadenada a
desvelos y a sueños tácitos; rauda belleza. Es pasión ¡y qué más!,
efímera y muerta constante, es hiel dulce, ¡cóncavas raíces entrelazas
en los pies del Edén! Es alma, son carnes, fauces distantes, cortantes,
amenazantes... y hechizantes. Es corazón vacío, y alma llena, colmada de
desenfreno y des-espera. Es frío común, hielo
derretido, mas un fuego extinguido. ¡Es tan confuso! ¡Es tan inevitable!
¿No podemos, transformarlo en masticable, como al verso al mismo
tiempo, en asonante? Es mente engañiza, ¡maldita! Cómo sabe bien lo que
hace temblar los corazones, ¡pobres de ellos! Y aún más de sus dudosos
dueños destructores.
Es confusión. Confusión ignorada, confusión exigida, palpitante,
constante... es confusión. Mas no hubo jamás confusión tan fatídica, ni
tan hermosa.
Es aliento mermado, es salado. Es vaho caliente sobre los párpados;
sobre la piel, sobre la carne desnuda. Es miel, y es ácido. Es
geométrico, y pies enlazados, es embriagadez, y es halo. Es.
Como ratón experimentado
Correteando,
sus piececillos resonaban a la vez que dejaban una huella viscosa de
tierra sucia y migas de pan. Cual húmeda esponja en bañera ajena, las
ventosas de sus dáctiles tardaban en escarcharse al plano suelo
forrado en ceniza antigua, y, con temerosa vacilación en sus pasos,
meneaba para un lado y para otro, los ojos como dos relojes de cuerda.
Pequeño y orejudo, saludaba la mordaz trampa con un vahído de
desenfreno. "¿Quién eres tú, maldita, para hacerme dudar de mi
inconsistencia? ¿Acaso no soy sólo más que rata y hueso, y carne
encerrada? ¿Acaso tú teniendo menos seso, tengo yo más ignorancia?" —decíase con aire socrático, mas solo llegaba a nerúdito avispado—.
¿Acaso no tengo razón de ser? Mírala, mírate, ni te da vergüenza
corromperle, ¡ni le da a él! Sus ojuelos miraban, y comían y no podían
por tener ésta llena de hiel helada y espumarajo verbal. Ni vio el queso
encerrado en los brazos del amante, ni vio la soga al cuello de él. Su
ávida y lujuriosa cabezilla acarició lentamente el suelo, tras el que se
asomaba un precioso amanecer.
PD: Yo lo llamo pseudo-proesía